El estrés: el enemigo silencioso de tu piel Cuando vivimos momentos de tensión o ansiedad, el cuerpo produce más cortisol, esa hormona que nos activa ante situaciones de alerta. El problema es que, en exceso, este cortisol empieza a hacer de las suyas: rompe el colágeno y la elastina, que son ...
Cuando vivimos momentos de tensión o ansiedad, el cuerpo produce más cortisol, esa hormona que nos activa ante situaciones de alerta. El problema es que, en exceso, este cortisol empieza a hacer de las suyas: rompe el colágeno y la elastina, que son las proteínas responsables de mantener la piel firme y elástica.
¿El resultado? Arrugas, flacidez, pérdida de luminosidad... y como si fuera poco, también puede aumentar la grasa en la piel, provocando acné, rojeces e incluso sensibilidad cutánea. Vamos, que lo que vives por dentro se nota por fuera.
No es casualidad que muchas mujeres noten más caída del cabello en épocas de mucho estrés o cuando están pasando por una etapa emocional complicada. El estrés crónico puede provocar efluvio telógeno, un tipo de caída del cabello que ocurre cuando el ciclo de crecimiento se ve alterado.
Además, la ansiedad y la falta de sueño hacen que el cuero cabelludo se oxigene peor, debilitando los folículos y afectando al grosor y la resistencia del cabello. Y por si fuera poco, las emociones intensas también pueden alterar la producción de sebo, haciendo que el pelo esté más seco o, al contrario, más graso.
El sueño profundo es el momento en que el cuerpo aprovecha para regenerarse, y eso incluye también la piel y el cabello. Mientras dormimos, se libera la hormona del crecimiento, esencial para la reparación celular.
Dormir menos de seis horas al día no solo te deja ojeras, sino que deshidrata la piel y acelera el envejecimiento. En el caso del cabello, la falta de descanso impide que los folículos reciban los nutrientes que necesitan, debilitándolo y ralentizando su crecimiento. En resumen: dormir bien no es un lujo, es una necesidad para verte (y sentirte) bien.
La neurobelleza nos recuerda algo fundamental: el equilibrio emocional también es una forma de autocuidado. Pequeños gestos pueden marcar una gran diferencia:
Estos hábitos no solo reducen el estrés, también activan la circulación, oxigenan las células y aportan un extra de bienestar que se nota por dentro y se ve por fuera.
Cada vez está más claro: no se trata solo de cremas o tratamientos, sino de cómo te sientes contigo misma. La neurobelleza nos invita a mirar la salud de nuestra piel y nuestro cabello como un reflejo de nuestra mente y nuestras emociones. Porque cuando cuidas lo que pasa dentro, lo de fuera brilla con luz propia.