Andrómeda es una adolescente misteriosa, como la galaxia, que no se relaciona con nadie. En clase, desde una mesa al lado de la ventana, observa el mundo a través de unas gafas de sol, como si no tuviese nada que ver con ella. Héctor es otro elemento extraño en el ...
Andrómeda es una adolescente misteriosa, como la galaxia, que no se relaciona con nadie. En clase, desde una mesa al lado de la ventana, observa el mundo a través de unas gafas de sol, como si no tuviese nada que ver con ella. Héctor es otro elemento extraño en el instituto. Extremadamente amable y tímido no sabe comunicarse, quizá porque piensa que, de hacerlo, nadie le comprenderá. A la hora del recreo, se sienta solo en la parte más alta de las gradas del patio y mira el cielo, mientras sueña cómo podría conocer a la chica enigmática que va con él a clase.
Hasta que un suceso desafortunado los acerca para, después, separarlos de nuevo. Cinco años después, Héctor y Andrómeda se reencuentran y comienzan una relación que parece querer traspasar los límites de la amistad. La última novela de Francesc Miralles asegura que el amor es la cura para todos los males.
La ficción a menudo nos ayuda más a entender nuestra realidad que un manual especializado. Las situaciones que afrontan los personajes de una historia nos hacen reflexionar sobre nuestras propias dificultades y retos. Las buenas novelas son cuentos para despertar a los adultos.
Si no sueltas el pasado, el futuro nunca podrá arrancar. Debemos dejar de pensar en clave de lo que vivimos y sufrimos para construir la vida que deseamos. Esto a menudo nos obliga a empezar de nuevo. El amor puede ser un gran impulsor de una revolución así.
Los dos protagonistas de esta aventura buscan desesperadamente un propósito en la vida. Que sus destinos se crucen les ayuda a imaginar un futuro diferente al que habían tenido hasta ahora.
Sin duda, como decía Peter Matthiessen, "una persona es la que sale de viaje, y otra la que regresa". Aun así, muchos de los viajes que nos transforman comienzan en nuestro interior.
La música puede modular nuestras emociones o, al menos, hacernos conectar más profundamente con ellas. Es una herramienta muy poderosa de trabajo emocional.