Aunque actualmente no existe una cura definitiva para el síndrome del intestino irritable, es posible gestionar y reducir significativamente los síntomas mediante una serie de recomendaciones adaptadas a las necesidades de cada paciente. Algunas de las estrategias más comunes son las siguientes: Modificar la dieta El médico puede recomendar disminuir o eliminar ...
Aunque actualmente no existe una cura definitiva para el síndrome del intestino irritable, es posible gestionar y reducir significativamente los síntomas mediante una serie de recomendaciones adaptadas a las necesidades de cada paciente. Algunas de las estrategias más comunes son las siguientes:
Modificar la dieta
El médico puede recomendar disminuir o eliminar ciertos alimentos que desencadenan síntomas, como aquellos muy grasos o ricos en azúcares fermentables. Además, hay que seguir dietas ricas en alimentos vegetales y alimentos fermentados, que son dietas que promueven una microbiota intestinal saludable y en equilibrio.
Utilizar medicamentos
Algunos medicamentos, ya sean antiespasmódicos, laxantes o antidiarreicos, dependiendo de si predomina el estreñimiento o la diarrea, ayudan a reducir los síntomas.
Recurrir a ciertos complementos alimenticios
Los complementos alimenticios ayudan a favorecer el equilibrio en la función digestiva. Ingredientes como Boswellia serrata, Aloe vera, Azafrán, probióticos, ciertas enzimas, aminoácidos como la L-Glutamina... pueden disminuir las molestias, mejorar las digestiones y el ritmo intestinal.
Practicar técnicas de relajación
Ejercicios como la meditación, el yoga o la respiración consciente ayudan a manejar el estrés y calmar la mente, al tiempo que mejoran el sistema digestivo, por su relación a través del eje intestino-cerebro.
Adoptar una rutina de actividad física regular
Realizar ejercicio a diario no solo favorece la digestión, sino que también contribuye al bienestar general, a revertir la disbiosis y a la reducción de la tensión acumulada en el día a día.
Seguimiento médico permanente
Las visitas periódicas a los especialistas permiten ajustar el tratamiento eficazmente en función de la evolución de los síntomas. Por ello, es aconsejable llevar un diario personal en el que se registren los alimentos consumidos y los síntomas experimentados, lo que puede ayudar a los médicos y al propio paciente a identificar patrones específicos.