Con diferentes tipos de arcillas adaptadas a cada necesidad de la piel, la cosmetología moderna ha sabido aprovechar sus propiedades para formular productos que mejoran visiblemente el aspecto y la salud cutánea. Pero no es algo nuevo: el poder especial de la arcilla se conoce y aprovecha desde la antigüedad. ...
Con diferentes tipos de arcillas adaptadas a cada necesidad de la piel, la cosmetología moderna ha sabido aprovechar sus propiedades para formular productos que mejoran visiblemente el aspecto y la salud cutánea. Pero no es algo nuevo: el poder especial de la arcilla se conoce y aprovecha desde la antigüedad. Ya en el Egipto se hacían baños de barro antisépticos.
Las arcillas poseen una estructura porosa que actúa como un "imán" para las impurezas. Según Raquel González, cosmetóloga de Perricone MD, "al aplicarlas, literalmente arrastran toxinas, sebo y residuos que obstruyen los poros y opacan la piel". La versatilidad de las arcillas permite encontrarlas en mascarillas, exfoliantes y limpiadores, cada uno con beneficios específicos. Marta Agustí, directora dermocosmética de Omorovicza, afirma que "las arcillas no solo purifican, sino que pueden calmar y revitalizar".
Existen arcillas de diferentes colores, dependiendo de la concentración de magnesio y óxido de hierro. Así, las arcillas que tienen una alta proporción de óxido de hierro suelen ser rosas o rojas. También se puede clasificar en función de su procedencia o su función. Por ejemplo, la arcilla mineral verde es típica de Europa Central y se utiliza para máscaras cosméticas, cremas limpiadoras, exfoliantes, agua de baño...
En cambio, el Rhassoul procede de las montañas del Atlas y tiene un poder de limpieza intensiva, por lo que se utiliza muy a menudo como alternativa al gel de ducha, champú o como agente de limpieza para la piel grasa o con imperfecciones.