Desde pequeñas, muchas de nosotras hemos recibido el mensaje de que es bueno estar siempre dispuestas a ayudar. Pero ¿qué sucede cuando esa necesidad de agradar se convierte en un patrón? Aquí te contamos por qué ser excesivamente complaciente puede hacerte más daño de lo que imaginas y cómo puedes ...
Desde pequeñas, muchas de nosotras hemos recibido el mensaje de que es bueno estar siempre dispuestas a ayudar. Pero ¿qué sucede cuando esa necesidad de agradar se convierte en un patrón? Aquí te contamos por qué ser excesivamente complaciente puede hacerte más daño de lo que imaginas y cómo puedes encontrar el equilibrio.
1. Desconectarte de ti misma: Cuando te enfocas tanto en complacer a los demás, comienzas a olvidar lo que tú realmente quieres y necesitas. Con el tiempo, pierdes de vista tus propios deseos, valores y metas. Esta desconexión de tu identidad propia te impide vivir una vida auténtica y tomar decisiones basadas en lo que es realmente importante para ti. Saber quién eres y lo que deseas es esencial para tu bienestar.
2. Afecta tu autoestima: Si basas tu valor en la aprobación de los demás, tu autoestima se vuelve frágil. Las personas pueden acostumbrarse a que siempre estés disponible para ellas, creando expectativas que te serán difíciles de sostener. A medida que intentas complacer constantemente, tu autoconfianza puede sufrir, porque sientes que solo eres "valiosa" cuando estás cumpliendo con las expectativas ajenas.
3. Te agota emocional y físicamente: Ser complaciente puede ser agotador. Hacer siempre un esfuerzo extra para satisfacer a los demás significa que sacrificas tiempo y energía que podrías estar invirtiendo en ti misma. Esto puede llevarte a un estado de agotamiento emocional, y con el tiempo a problemas físicos como estrés, insomnio o incluso una disminución en tu sistema inmunológico. Dar de más y recibir poco a cambio desgasta tu salud en todos los niveles.
4. Daña tus relaciones: Aunque creas que evitar conflictos y ser siempre complaciente es lo mejor para tus relaciones, en realidad, esta actitud crea una dinámica superficial y desigual. No expresar tus verdaderos deseos y opiniones evita conflictos a corto plazo, pero también impide una comunicación honesta. Con el tiempo, la falta de sinceridad puede hacer que te sientas resentida o insatisfecha. Las relaciones sanas necesitan autenticidad y respeto mutuo, y eso incluye hablar de lo que necesitas y sientes.