Un vigoroso florecimiento espiritual durante la Edad Media llevó a un colectivo de mujeres del norte de Europa a independizarse de la Iglesia y de los hombres. En una época donde las cristianas solo tenían dos opciones, enclaustrarse en un convento como monjas o rendir obediencia a un marido, las ...
Un vigoroso florecimiento espiritual durante la Edad Media llevó a un colectivo de mujeres del norte de Europa a independizarse de la Iglesia y de los hombres. En una época donde las cristianas solo tenían dos opciones, enclaustrarse en un convento como monjas o rendir obediencia a un marido, las beguinas encontraron una tercera vía: un estilo de vida semirreligioso que no discriminaba de rangos y fortunas. Ni monjas, ni esposas.
Ese colectivo de mujeres ha inspirado la nueva serie de Antena 3. `Beguinas´ nos traslada a la Segovia de 1.559, cuando la noble Lucía de Avellaneda (Amaia Aberasturi) acude al beguinato, una comunidad de mujeres al margen de la Iglesia, para encontrarse con su madre. Allí descubrirá un mundo nuevo que le hará cuestionarse todo.
La ficción, que tiene todos los ingredientes para engancharte, se inspira en los beguinatos, pero ¿cuál es la historia real? Las llamadas "mujeres santas" aparecieron por primera vez en la ciudad belga de Lieja hacia finales del siglo XII. El uso de la palabra `beguina´ se estableció en la década de 1230. Su etimología es incierta; parece haberse originado como un término peyorativo. A mediados del siglo XIII, el movimiento se había extendido por los Países Bajos, Alemania y el norte de Francia.
El movimiento beguinal comenzó entre las mujeres de clase alta y se extendió a la clase media. Además de abordar las necesidades espirituales de sus adeptas, respondió a los problemas socioeconómicos causados por un exceso de mujeres solteras en las áreas urbanas. La mayoría de las beguinas vivían juntas en comunidades llamadas beaterios, por lo que no pertenecían a ninguna orden religiosa, sino que establecían sus propias reglas. Por ejemplo, en Alemania, convivían grupos de hasta 60 o 70 mujeres, mientras que en los Países Bajos, por lo general, habitaban en casas individuales dentro de recintos amurallados: "ciudades dentro de ciudades".
La mayoría se ganaba la vida, a menudo con la enfermería o fabricando telas o encajes, y dedicaban tiempo a la contemplación religiosa. Por otro lado, las beguinas prometían mantener la castidad mientras permanecieran en la comunidad, pero eran libres de abandonarla y casarse.
Tal diversidad y la ausencia de una administración centralizada dificultaron cuantificar el número de beguinas. Por una carta del papa Juan XXII al obispo de Estrasburgo, se estima que en 1321 en Alemania Occidental vivían unas 200.000 beguinas, y otros historiadores apuntan a que en el momento de mayor expansión del movimiento llegó a ver más de un millón repartidas por Europa.
Pero como era de esperar, siendo mujeres libres y autosuficientes despertaron muchos recelos en los hombres medievales (aunque también inspiró a los begardos, la rama masculina) e irritó a las autoridades eclesiásticas. A lo largo del siglo XIII fueron víctima de una legislación restrictiva y el papa Clemente V llegó a prohibirlas, acusándolas de herejía. La persecución obligo a muchas beguinas a unirse a órdenes reconocidas. Unas pocas resistieron, sin embargo, cuando se revocó la disolución, el movimiento beguinal ya había menguado drásticamente. Algunas comunidades sobrevivieron hasta el siglo XX.