Cuando hablamos de marisco nos referimos a algunas especies del reino animal con similares características. A nivel gastronómico se define marisco como un animal marino invertebrado y comestible, por lo que se excluye al pescado. Sea como sea, se incluyen los crustáceos (camarones, langostinos y percebes, entre otros), los moluscos ...
Cuando hablamos de marisco nos referimos a algunas especies del reino animal con similares características. A nivel gastronómico se define marisco como un animal marino invertebrado y comestible, por lo que se excluye al pescado. Sea como sea, se incluyen los crustáceos (camarones, langostinos y percebes, entre otros), los moluscos (mejillones, almejas, berberechos, chipirones y pulpos, por ejemplo) y otros animales marinos como algunos equinodermos (erizo de mar, entre otros).
Los especialistas señalan que, de manera general, comer marisco es beneficioso para la salud. Su composición nutricional, en la que destaca la presencia de ácidos omega 3, vitaminas (A y E), minerales (especialmente, selenio, yodo, calcio, hierro, zinc y magnesio) y una alta concentración de proteínas de alto valor biológico ricas en aminoácidos esenciales, así lo avalan. Contiene muy poca cantidad de grasa y aporta entre 80 y 90 calorías por cada 100 gramos (aunque depende de la forma que elijas para cocinarlo).
Se considera que el marisco mejora el funcionamiento del sistema inmunitario, reduce el colesterol, facilita la expulsión de radicales libres y previene la aparición de alteraciones cardiovasculares. Presenta una elevada proporción de purinas (que generan ácido úrico como metabolito) por lo que, si tienes problemas con los niveles de ácido úrico, consulta a tu médico su consumo.
Es posible adquirir marisco en diferentes puntos de venta y de distintas formas (congelado, vivo o en conserva, por ejemplo). Evita comprarlo si huele mal. Cuando lo compres en conserva, elige la que se adapte a tus necesidades, siendo recomendables las envasadas al natural en origen.
Cuando llegues a casa, consérvalo en la nevera hasta el momento de cocinarlo. Es un alimento versátil que combina con verduras, arroz, ensalada, pasta y huevo, por ejemplo. Su sabor al natural resulta delicioso, por lo que cualquier sencilla receta, resultará adecuada.
Puedes preparar:
1-Berberechos con vino blanco. Sumérgelos en agua con sal durante, al menos, dos horas para eliminar la arena que suelen contener. Cocínalos en una olla con una copa de vino blanco y sal hasta que se abran (elimina los que permanezcan cerrados).
2-Cigalas cocidas. Lávalas bajo el chorro del grifo. Cuécelas en una olla con agua y sal. Escúrrelas evitando que se rompan. Colócalas en una fuente plana. Puedes comerlas al natural o acompañadas con mahonesa, salsa rosa o una vinagreta, por ejemplo.
3-Ostras. Se consumen normalmente crudas, aunque también admiten un ligero hervor. Fundamental es abrirlas con aparatos adecuados. Añade un chorrito de limón porque potencia su sabor.
4-Pizza con mejillones. Compra la masa ya elaborada y cúbrela con salsa de tomate y lonchas de queso (gouda, sin grasa, etc.). Coloca los mejillones (previamente lavados bajo el chorro de agua y cocidos en agua con sal hasta que se abren) sobre el queso y añade los ingredientes que prefieras (pimiento, aceitunas, etc.). Cúbrelos con queso rallado y orégano. Introdúcela en el horno el tiempo recomendado por el fabricante de la base (aproximadamente quince minutos).