La revista Consumer informa de que, aunque en principio no hay que alertarse por ello. A largo plazo y en dosis excesivas sí que pueden ser potencialmente peligrosos para nuestra salud. La exposición a metales no equivale a intoxicación Los casos de intoxicaciones por metales pesados a lo largo de la historia han estado ...
La revista Consumer informa de que, aunque en principio no hay que alertarse por ello. A largo plazo y en dosis excesivas sí que pueden ser potencialmente peligrosos para nuestra salud.
La exposición a metales no equivale a intoxicación
Los casos de intoxicaciones por metales pesados a lo largo de la historia han estado casi siempre vinculados con ingestas accidentales (envenenamientos) y por la exposición profesional, sobre todo en actividades mineras. Aunque es importante minimizar nuestra exposición, no tenemos por qué alarmarnos. Así lo confirma Pablo Olmedo, profesor de Toxicología en la Universidad de Granada, quien señala que "detectar metales en muestras biológicas como sangre, orina o leche materna entra dentro de lo normal, pues en la naturaleza estamos en contacto con estos metales". Sin embargo, su detección en este tipo de muestras no quiere decir necesariamente que haya una intoxicación. "Todos estamos expuestos a diario a metales pesados a través de los alimentos, el agua o el aire, pero en dosis pequeñas. Los efectos de la exposición a dosis bajas, si los hubiera, serían a largo plazo y suelen ser muy sutiles", indica el científico.
Una legislación cada vez más restrictiva en beneficio de los consumidores
Además de la frecuencia con la que cada persona se expone a los metales pesados, otro aspecto que tenemos que considerar es nuestro estado de salud, ya que cada organismo es diferente y el proceso de eliminación de estas sustancias es más sencillo para unos que para otros, por lo que algunas personas tenderán a acumular más sustancias tóxicas.
Por último, también el tipo de metal, ya que unos se eliminan mejor que otros. "El cadmio o el plomo son metales que se eliminan muy lentamente y, por lo tanto, permanecen en el organismo durante años", explica Olmedo.
Cada país cuenta con una legislación que controla y monitoriza los niveles de toxicidad a los que estamos expuestos y, en este sentido, podemos estar tranquilos. Gracias a la legislación europea y española, hoy en día los niveles de metales pesados en los alimentos están más controlados que nunca. Por ejemplo, a partir del 2025 estarán prohibidos los empastes dentales de mercurio, y aunque es cierto que el número de alertas de este metal en el pescado han aumentado, tiene su explicación, como indica la dietista-nutricionista Miriam Latorre, de la Academia Española de Nutrición y Dietética: "No se debe a que ahora los pescados contengan más mercurio, sino a que la legislación, tanto nacional como europea, se ha endurecido y eso ha hecho que los controles sean mayores y más exhaustivos. Esto, al final, se traduce en una mayor seguridad para el consumidor, es decir, comemos alimentos más seguros".
A pesar de todo, debemos estar alerta de las informaciones de las autoridades de seguridad alimentaria y controlar la exposición a algunos metales como el mercurio, el plomo, el cadmio y el arsénico.
_ MERCURIO: A la población le llega fundamentalmente a través de la ingesta de pescados y mariscos.
Para Nicolás Olea, de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), el mercurio es el metal pesado que más debería preocupar a la población de España y, en general, del sur de Europa, donde se consume mucho pescado. "La exposición al mercurio se debe al consumo de determinadas especies de pescado de mayor tamaño –el emperador (pez espada), el atún rojo, el lucio y el tiburón (también llamado cazón, tintorera, pintarroja, mielga o marrajo)– que son las que tienen cantidades más altas. Por lo tanto, sustituir el consumo de estas especies por otras de pescado azul con un contenido de mercurio mucho menor, como las sardinas o los boquerones, reduciría la exposición a este metal", recomienda Olmedo.
_PLOMO: La principal vía de exposición es la inhalación a través del sistema respiratorio y hoy en día se produce principalmente en el ámbito laboral, debido a que se emplea en procesos industriales como la fundición, la alfarería, la construcción de barcos, algunas pinturas, el reciclaje de baterías o la impresión de libros. Pero también es capaz de alcanzar el organismo a través de la ingesta de frutas y verduras contaminadas con altos niveles de plomo procedentes de los suelos de cultivo.
_CADMIO Este metal llega a nuestro organismo a partir de las emisiones volcánicas, de la industria y de la agricultura (plaguicidas y fertilizantes) llega al medio ambiente. El consumo de vegetales es una de sus principales vías de entrada en la cadena alimentaria. También algunos cereales –principalmente arroz y trigo– y el marisco.
_ARSÉNICO: Este metal está presente debido a procesos naturales como erupciones volcánicas, incendios o erosión, así como procesos industriales a alta temperatura o como ingrediente en el proceso de fabricación del vidrio, pigmentos, textiles, papel...Desde que el arsénico se ha prohibido en la elaboración de aditivos para piensos, medicamentos veterinarios y productos farmacéuticos, su presencia en el suelo ha disminuido en Europa en los últimos 20 años. Aun así, los pescados y mariscos, el arroz y sus derivados, las algas, la leche (que llega a los animales a través de contaminantes ambientales) y el agua potable son los alimentos que mayor cantidad de arsénico pueden presentar.
En el caso del arroz, lavarlo con agua abundante (unos seis enjuagados) antes de cocinarlo puede eliminar entre un 10% y un 30% del arsénico o cocinarlo con un exceso de agua y decantarla después puede reducir el arsénico hasta un 40%. No obstante, la EFSA realiza evaluaciones constantes sobre el riesgo del arsénico inorgánico presente en los alimentos y el agua y a través de diferentes reglamentos europeos se han ido reduciendo los niveles de arsénico permitidos en los alimentos, sobre todo en el arroz. Por su parte, en el 2023 la AESAN ha establecido límites máximos más restrictivos tanto para el arroz como para los productos a base de arroz y se han incluido nuevos límites máximos para alimentos infantiles a base de cereales, zumos de frutas y néctares.