El sonambulismo suele presentarse durante el primer tercio de la noche, coincidiendo con el episodio más largo de la fase del sueño no REM (sueño profundo). En los adultos puede presentarse también durante el sueño superficial y en la segunda parte de la noche.

Los datos señalan que afecta a entre el 1% y el 15% de la población. Resulta muy frecuente en los niños, ya que la prevalencia desde los 4 a los 8 años suele ser del 10% al 20%, en la adolescencia tiende a remitir y pocas personas continúan siendo sonámbulas cuando llegan a adultos.

Al empezar el episodio de sonambulismo, la persona despierta bruscamente, pero solo parcialmente. En este estado, lleva a cabo conductas motoras de menor o mayor complejidad (sentarse erguida en la cama, mirar alrededor, frotarse los ojos, caminar por la habitación o la casa, ir al baño, mover muebles, buscar cosas, vestirse, salir a la calle o conducir, por ejemplo).

De manera general, el paciente con sonambulismo mantiene los ojos abiertos y su nivel de alerta es suficientemente alto como para evitar tropezar con objetos, aunque no siempre es así. Su funcionamiento cognitivo y su consciencia están alterados.

La duración del episodio de sonambulismo puede variar. En ocasiones dura pocos segundos, en otras una hora y, en la mayoría, menos de diez minutos. En los adultos la duración suele ser mayor que en los niños. Si no se le molesta, el sonámbulo suele regresar a su cama a dormir o hacerlo en otro sitio. Despertar a la persona que está sufriendo un episodio de sonambulismo es difícil e inadecuado. Al despertar no suele recordar lo ocurrido y puede estar confusa, agitada, desorientada, mostrarse agresiva o intentar huir.

No se sabe con exactitud las causas del sonambulismo aunque algunos estudiosos indican que es más común en niños que sufren de apnea del sueño y/o se hacen pis en la cama. También influyen los antecedentes familiares (el 80% de los niños con sonambulismo tiene algún familiar sonámbulo), la fatiga, la ansiedad, haber dormido poco, mantener un horario de sueño irregular y dormir con la vejiga llena. En los niños, pueden desencadenarlo también las enfermedades febriles. En el adulto, el estrés, ciertos medicamentos y el alcohol. También pueden estar relacionados otros trastornos como el síndrome de piernas inquietas y el reflujo gastroesofágico.

El sonambulismo suele desaparecer por sí solo al superar los 11 años, por lo que no suele precisar tratamiento. A veces, solamente con mejorar la higiene del sueño, se puede solucionar el problema. Sería recomendable consultar al pediatra o a un especialista del sueño si el niño sonámbulo tiene sueño durante el día o si este trastorno interfiere en su vida familiar o social, por ejemplo. En el caso de los adultos, la esfera laboral puede verse afectada.