Desde la perspectiva psicológica, podemos definir conflicto como cualquier situación de disputa, discrepancia o diferencia en la que existe una oposición de intereses, necesidades, sentimientos, objetivos, conductas, percepciones, valores y/o afectos con uno mismo, entre dos personas o entre grupos de personas que presentan objetivos incompatibles. Se le atribuye un carácter potencialmente positivo porque puede llegar a ser, aunque resulte inicialmente doloroso, una oportunidad para lograr un cambio importante en la vida.

El conflicto con mayor o menor intensidad y con distintas implicaciones, es inevitable, forma parte del ser humano, porque somos seres sociales que necesitamos relacionarnos con otras personas. También se presenta en nuestro interior, con nosotros mismos, cuando tenemos emociones encontradas, deseos y obligaciones divergentes o pensamientos y sentimientos contradictorios, que nos generan dudas para tomar decisiones.

Los especialistas señalan que serían 4 las fases que atraviesa un conflicto. Se denominan incubación, manifestación, explosión, agotamiento y resolución. En las dos primeras (incubación y manifestación) predomina el componente racional. Una vez que se produce la explosión, los componentes emocionales son determinantes.

Los expertos señalan que los conflictos, si somos capaces de afrontarlos correctamente, presentan beneficios entre los que destacarían:

1-Aumentan los recursos personales y sociales para lograr un adecuado equilibrio emocional.

2-Estimulan la curiosidad y la creatividad.

3-Maximizan la probabilidad de encontrar soluciones correctas en futuros conflictos.

4-Mejoran nuestra salud emocional.

5-Modifican patrones de relación automáticos e inconscientes que son inadecuados.

6-Permiten disfrutar de buenas relaciones interpersonales asociadas a una adecuada comunicación.

Los conflictos se presentan en diferentes ámbitos (en el trabajo o en las relaciones interpersonales, fundamentalmente) porque nuestros intereses y los de otros pueden ser distintos. Seguro que te has enfrentado a situaciones en las que se debe decidir cómo repartir una herencia, quién se encarga de una tarea en el trabajo, cómo atender a unos padres mayores, quién hace la limpieza de la casa, elegir el lugar de destino de las próximas vacaciones o un divorcio y custodia de los hijos, por ejemplo.

Cada persona tiene su propio estilo de resolución o gestión de conflictos. De manera general, destacaría el estilo competitivo en el que se vive la situación como una cuestión de "tú ganas y yo pierdo" o "yo gano y tú pierdes" porque para que uno pueda ganar, el otro tiene que perder. También se presenta la estrategia integradora donde no se tiene en cuenta únicamente el resultado sino otros elementos (efectos a medio y largo plazo en la relación entre las personas implicadas, consecuencias para el grupo en su conjunto o posibles colaboraciones futuras, por ejemplo), por lo que se busca ponerse de acuerdo considerando que "yo gano si el otro también gana".