El plato de Harvard sirve como guía para que los consumidores sepan cómo tienen que distribuir los alimentos en el plato para conseguir componer un menú variado, saludable y nutritivo. Siguiendo este modelo, un 25% del recipiente estaría destinado a las verduras y frutas, otro 25% se correspondería con las proteínas (carne, pescado, huevos, etc.) y el 25% restante estarían incluidos los hidratos de carbono, como es el caso de la pasta, el arroz o la quinoa, según se explica en la web de tucanaldesalud.es de Quirónsalud. Tomando como referencia este método, el Observatorio del Juego Infantil ha puesto en marcha el menú saludable del juego conociendo con el Día Internacional del Juego, que se conmemoró el 11 de junio. De este modo, el tablero quedaría repartido de la siguiente forma: la mayor extensión la ocuparía el entretenimiento al aire libre, y una pequeñísima parte los videojuegos. La otra mitad quedaría dividida equitativamente entre el juego imaginativo y aquel que implica seguir unas reglas predefinidas. Y es que al fin y al cabo los niños y niñas necesitan tener tiempo para disfrutar, aburrirse y buscar nuevas formas de pasarlo bien utilizando su imaginación. Buscar la originalidad y el lado creativo a la situación, relacionarse con otros niños de su entorno, averiguar cómo resolver los problemas que le van surgiendo durante esos momentos de distracción y acatar una serie de normas cuando están jugando a los juegos de mesa son aspectos fundamentales para su desarrollo y crecimiento personal. Al interactuar con otros compañeros para divertirse, mejoran sus habilidades sociales y comunicativas, estableciendo vínculos emocionales. 

Poder jugar en los espacios exteriores les permite mantenerse activos, correteando y saltando de un lado otro, respirar aire fresco y divertirse de una forma que no lo harían en interior de sus casas por tema de espacio, como tirarse por el tobogán, columpiarse, montar en el balancín, saltar a la comba, andar en bicicleta, jugar a la pelota, al escondite o al pilla-pilla.

Cuando llueve o hace frío no queda otro remedio que trasladar las actividades al interior, existen otras formas de entretenerse igual de emocionantes: aquellas en las que existen unas normas predefinidas para su ejecución: la oca, el parchís, el ajedrez, las cartas, los juegos de habilidades, de memoria, etc. En algunos de estos juegos se fomenta el trabajo en equipo y se promueve un pensamiento más crítico, ya que en ocasiones se requiere prestar atención a lo que dicen unos y otros, dando pie a que los participantes exponga su opinión acerca de un tema.

El juego libre es aquel en el que no hay normas impuestas, se va decidiendo sobre la marcha y los elementos que se utilizan son todas válidos. Los niños y niñas deciden si hay que disfrazarse, diseñar unas pancartas, crear muñecos con la plastilina, organizar los juguetes de una determinada manera para recrear la actividad que se lleva cabo en una profesión, por ejemplo, o si se eligen unos muñecos u otros. Esto incentiva su creatividad e imaginación al tener que salirse de la rutina.

Por último, lo que tiene que ver con las videoconsolas o el entretenimiento tecnológico quedaría relegado a un último plano y estaría indicado para ocasiones especiales y muy espaciadas en el tiempo. En todo caso, este tipo de ocio debe estar supervisado por un adulto tanto lo que es la selección del juego en sí como el tiempo que se le dedica para asegurar un control adecuado.
 

FOTO PRINCIPAL.: Foto de RDNE Stock Project.