Se define como un restaurante de alta cocina en que sus dueños son cuatro jóvenes (y sí, aunque suene a tópico, sobradamente preparados al haber pasado por algunas de las mejores cocinas del país: Disfrutar, El Celler de Can Roca o en los proyectos internacionales de Paco Pérez), Javier Custodio ...
Se define como un restaurante de alta cocina en que sus dueños son cuatro jóvenes (y sí, aunque suene a tópico, sobradamente preparados al haber pasado por algunas de las mejores cocinas del país: Disfrutar, El Celler de Can Roca o en los proyectos internacionales de Paco Pérez), Javier Custodio y Pedro Huerta (en la sala) y Miquel Garcia y Julià Castelló en la cocina.
Su nacimiento no es casual. Los cuatro tenían muchos lazos, "cuando nos veíamos, sabíamos que nos dedicábamos a la hostelería hacía muchos años. Siempre jugábamos con la hipótesis de montar un restaurante. Pedro ya conocía el espacio, vino a verlo y a conocerlo, y luego ya lo pusimos en común con todos. A partir de aquí miramos qué demandaba la zona, qué concepto tenía también el barrio, a la par que ingresos y el estatus hay aquí y estudiamos la competencia. De ahí ya forjamos el concepto a día de hoy y las bases de nuestra cocina", nos explica Javier Custodio.
La zona de Gracia en Barcelona no es nada fácil. Hay autóctonos pero también turistas que se mueven por las diferentes plazas. En realidad, no hay un restaurante igual en esta zona. Y de ahí que se atrevieran a abrir este local con una cocina elegante, diferente y de alta calidad.
"Ha sido mucho más difícil que si hubiéramos abierto en otra zona como el Born, Enrique Granados, Eixample... Aquí estamos trabajando sobre todo con un cliente mucho más local, que es mucho más difícil de manejar. Por ejemplo, en agosto nos encontramos que no teníamos clientes, porque se iban a la Costa Brava de vacaciones. Un cliente que, por ejemplo, en diciembre sale mucho a comidas de amigos, comidas de empresa... Es un cliente muy de aquí que nos está enseñando cómo funciona Barcelona", explican sus responsables.
Nos hacen saber que el cliente extranjero no llega del todo a Gràcia, "estamos empezando a recibirlo ahora que ya tenemos un poco más de recorrido, pero igualmente es un 10% de lo que tenemos".
En este restaurante, Insolent, saborearás tradición, técnica y una especial sensibilidad creativa para ofrecer platos de temporada sabrosos y sorprendentes.
Insolente de nombre, tal como ellos se autodenominan, el nombre viene porque al estar en Plaça del Sol, querían un juego de palabras con ello y con su carácter.
Su cocina es madura, con personalidad y sin ánimos de dejarse llevar por las tendencias. Los platos son llamativos, entran por la vista y por la boca, claro está, y ofrecen una propuesta original, "que fuese más local, intentando tirar hacia la cocina mediterránea, cocina de tradición y, sobre todo, cocina de producto, intentando cuidar lo que tenemos".
De ahí el fuerte arraigo en el territorio en sus platos: desde la materia prima, de proveedores locales, a los proyectos vitivinícolas que ofrecen en su carta de vinos, más de 50 y todos ellos son 100% catalanes.
Ejemplos de algunos platos que nos divertirán y que además están deliciosos son los xuixos, uno los emblemas de la casa, porque uno de los chefs, Julià Castelló, proviene de los Castelló de Girona que revolucionaron la escena dulce hace más de cien años con esta receta que ya es un emblema: como un lienzo en blanco, juegan con los rellenos, con los perfiles ambiguos e, incluso, salados.
Otros platos: pesto de cacahuete, mascarpone e higos o el de estofado de cuello de cordero y mayonesa de Ras Al Hanout. Y ese juego que no para en la carta con los profiteroles, con relleno de brandada de bacalao, reducción de Pedro Ximénez y anacardos.
También hay lugar para los arroces: como el de mercado, que tanto oscila entre un mar i muntanya y un canónigo de gambas y espardeñas.
Las brasas es otro de los elementos que definen la cocina de Insolent. Y alimentos frescos del día como pescado de lonja, pluma ibérica o el chuletón madurado se presentan con guarniciones a escoger entre pimientos del piquillo, cogollos a la brasa o patatas al horno con romero.
Como si no fuera bastante complicado estar cada día al pie del cañón en Insolent, sus propietarios tienen siempre una lluvia de ideas muy amplia, y nuevos retos, "y va desde restaurantes de mayor capacidad a pequeños bares. Al final, lo que queremos es crear una identidad como la que estamos creando en otras zonas de Barcelona o incluso expandirnos un poco más, jugando con el tema de la enología y el vino, coordinándonos con alguna bodega para ofrecer diferentes servicios también con ellos, etc.".