Nuestra piel también es un fiel reflejo de nuestra sallud. De esta manera, mientras nos brinda información sobre nuestro entorno gracias a sus numerosos sensores, también recibe instrucciones constantes de nuestro cerebro para llevar a cabo diversas acciones que debe cumplir, en el trabajo manual, las relaciones sociales, etc. Este continuo ...
Nuestra piel también es un fiel reflejo de nuestra sallud. De esta manera, mientras nos brinda información sobre nuestro entorno gracias a sus numerosos sensores, también recibe instrucciones constantes de nuestro cerebro para llevar a cabo diversas acciones que debe cumplir, en el trabajo manual, las relaciones sociales, etc.
Este continuo flujo de información y transmisión nerviosa puede resultar en un desequilibrio cuando nosotros mismos nos encontramos en un estado de desorden emocional. "Cuando nos desestabilizamos, nuestra piel también puede experimentar desequilibrios. Nuestro estrés y nuestra infelicidad se manifiestan en la piel", explica Jerónimo Ors, farmacéutico y director de la firma de cosmética botánica Cosméticos Paquita Ors.
Hoy en día, comprendemos que nuestra belleza tiene una dimensión emocional, y que las emociones somatizadas por la piel pueden conducir a problemas como la oxidación, la acumulación de radicales libres, así como la aparición de imperfecciones como granitos y rojeces. Es evidente que nuestra piel sufre y refleja nuestras emociones.
Tres son los aspectos que manifiestan una piel infeliz: la inflamación con todo tipo de alteraciones, el cambio en la velocidad de la piel (en un equivalente sería -si estuviéramos hablando del corazón- una arritmia) y los cambios en la electricidad de la piel. "Afortunadamente, podemos abordar todos estos factores para garantizar que nuestra piel sea un órgano sano, hermoso y feliz", añade Ors.
En primer lugar, es fundamental utilizar cremas antioxidantes y calmantes, con ingredientes como la mimosa, la caléndula o el regaliz, que evitan la peroxidación de la piel. En segundo lugar, cuando la piel está sobreacelerada y arrítmica, debemos regular su ritmo para que sea uniforme y estable. Para ello, contamos con sustancias como el bulbo de narciso o de palmera, que son excelentes reguladores.
Finalmente, para equilibrar las constantes eléctricas de la piel, aplicamos cremas que proporcionan un aporte de oxígeno intensivo, modificando las constantes dieléctricas de la epidermis y reduciendo la irritación.
"Una piel equilibrada, sana y armónica no solo mejora nuestra apariencia externa, sino que también contribuye a nuestro bienestar emocional", concluye Jerónimo Ors.