Somos un cúmulo de emociones que influyen en nuestras conductas a varios niveles. No podemos evitar sentir miedo, dolor, alegría, tristeza y otras emociones fundamentales para la vida. Liberamos sustancias fisiológicas necesarias para hacer frente a las distintas situaciones a las que nos enfrentamos a diario. Cada vez son más numerosos ...
Somos un cúmulo de emociones que influyen en nuestras conductas a varios niveles. No podemos evitar sentir miedo, dolor, alegría, tristeza y otras emociones fundamentales para la vida. Liberamos sustancias fisiológicas necesarias para hacer frente a las distintas situaciones a las que nos enfrentamos a diario.
Cada vez son más numerosos los especialistas que señalan la existencia de diferencias entre hambre física y hambre emocional. Destacarían:
1-En el hambre física comes como respuesta a la señal física de hambre. En el hambre emocional, la acción de comer sería la respuesta a una necesidad emocional.
2-En el hambre física comer causa satisfacción sin sentir culpa. En el hambre emocional, comer provoca insatisfacción y culpa.
3-En el hambre física la sensación de hambre aparece gradual y progresivamente. En el hambre emocional, la sensación de hambre aparece de manera repentina y sientes la urgente necesidad de calmarla.
4-En el hambre física comes lo que necesitas y reconoces la sensación de saciedad que te lleva a dejar de comer. En el hambre emocional, comes más de lo que necesitas y no te sientes satisfecha, parece que no te llena.
5-En el hambre física te sientes satisfecha cuando consumes alimentos sanos. En el hambre emocional, solo te satisfacen de manera momentánea ciertos alimentos específicos con una elevada carga calórica.
Numerosos expertos señalan, por ejemplo, que la ansiedad por la comida y especialmente por determinados alimentos la podemos sentir todas las personas en algún momento y se asocia a nuestro estado emocional, no con el hambre física que podamos sentir. Es importante que no te sientas culpable por comer algo que consideras hipercalórico porque ese sentimiento podría hacerte entrar en un círculo del que resultaría difícil salir.
Algunos estudios señalan que ciertas emociones nos inducen hambre y preferencias alimenticias específicas. Cuando nos sentimos tristes comemos alimentos poco atractivos (verduras hervidas, vegetales a la plancha o los que no nos gustan), si estamos alegres elegimos frutas, azúcares y alcohol y, cuando necesitamos sentirnos seguros, comemos grasas vegetales y animales, aceites y lácteos.
Si percibes que tu hambre es física escoge alimentos nutritivos y sigue una dieta equilibrada. Si consideras que tu hambre es emocional, sería recomendable encontrar otras opciones que aporten sensaciones similares de una manera más adaptativa y adecuada. Intenta sustituirlos por otras conductas más coherentes con lo que quieres y necesitas (bailar, escuchar una canción que te guste, darte un baño caliente o hablar con un amigo, por ejemplo). Cuando percibas que no eres capaz de hacerlo por ti misma, consulta a un especialista y sigue sus indicaciones.