Los problemas hepáticos surgen por diferentes motivos y generan, en algunos casos, una hepatitis (inflamación del hígado). Puede ser causada por diferentes agentes (virus, bacterias, parásitos, radiación, drogas, sustancias químicas u otras toxinas). Las más conocidas son las hepatitis virales, clasificadas como A, B y C, que se transmiten por ...
Los problemas hepáticos surgen por diferentes motivos y generan, en algunos casos, una hepatitis (inflamación del hígado). Puede ser causada por diferentes agentes (virus, bacterias, parásitos, radiación, drogas, sustancias químicas u otras toxinas). Las más conocidas son las hepatitis virales, clasificadas como A, B y C, que se transmiten por vías diferentes y presentan síntomas distintos.
Puede resolverse rápidamente (hepatitis aguda) o causar daño hepático a largo plazo (hepatitis crónica) que provoque cirrosis y alteración del funcionamiento del hígado. En ocasiones, el daño puede ser muy rápido e intenso.
Los síntomas de la hepatitis pueden ser muy llamativos o pasar casi desapercibidos. No es infrecuente que una persona haya padecido una hepatitis y apenas haya notado síntomas, llegando a establecerse el diagnóstico muchos meses o incluso años más tarde. Se incluyen: ictericia, orina oscura, heces claras o arcillosas, anorexia, cansancio, falta de fuerza, adelgazamiento, febrícula, prurito, náuseas, vómitos, aumento del tamaño del abdomen, molestias y dolor abdominal.
Son varios los factores que influyen en el desarrollo de los problemas hepáticos y que se pueden dar aislados o de manera conjunta, lo que incrementa exponencialmente el riesgo para nuestro hígado. Destacarían:
1-Algunos medicamentos pueden generar problemas hepáticos. Las consecuencias más leves de una sobrecarga hepática son: picor de la piel, fatiga, malestar digestivo, dolor de cabeza, pérdida de apetito, dolor de estómago, vómitos y náuseas. Un indicador de alteración es el incremento de las transaminasas, detectable por medio de un análisis de sangre.
2-Consumo excesivo de alcohol. En el hígado se metaboliza el alcohol que es transformado en acetaldehído, acetato y otros compuestos. Es un proceso lento en el que se producen daños (despolarización de proteínas y consumo de vitaminas del grupo B, entre otros) que lesionan las células y puede desembocar en una hepatitis alcohólica y posteriormente en una cirrosis.
3-Hígado graso se asocia al denominado síndrome metabólico, caracterizado por la presencia de diabetes, hipertensión, obesidad e hipercolesterolemia. Tener el hígado graso puede ser un desencadenante de la enfermedad hepática. Esta acumulación de grasa en el hígado genera resistencia a la insulina y un mayor riesgo cardiovascular. Para prevenirlo se debe hacer ejercicio y seguir una dieta adecuada (comer frutas y verduras, reducir el consumo de carbohidratos, beber agua, reducir los refrescos y consumir antioxidantes), reducir el peso y adoptar hábitos saludables.
4-Obesidad varios estudios científicos señalan que puede afectar al tejido hepático. La combinación de ambos factores (alcoholismo y obesidad) incrementa exponencialmente las posibilidades de padecer cirrosis.
5-El hígado graso genera resistencia a la insulina y, con el tiempo, diabetes. La combinación diabetes tipo 2 e hígado graso es un problema de salud. Un cambio de dieta, realizar ejercicio y someterse a controles médicos periódicos puede reducir el desarrollo de diabetes en personas con prediabetes o con riesgo de padecerla.
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