Los más jóvenes ven en los contenidos de los vídeos que publican las influencers un ejemplo a seguir, siguiendo con atención las recomendaciones que estas hacen acerca de un producto u otro o sobre cuestiones cotidianas. Pero no es oro todo lo que reluce y muchas de estas personas influyentes ...
Los más jóvenes ven en los contenidos de los vídeos que publican las influencers un ejemplo a seguir, siguiendo con atención las recomendaciones que estas hacen acerca de un producto u otro o sobre cuestiones cotidianas. Pero no es oro todo lo que reluce y muchas de estas personas influyentes tienen marcas detrás que promocionan el contenido que están retransmitiendo y en la mayoría de los casos carecen de base científica. Esto unido a la presión social que experimentan los adolescentes por sentirse mejor con ellos mismos, buscando unos patrones estéticos que no se corresponden con la realidad hace que encuentren en la compra compulsiva de tratamientos cosméticos la solución a sus problemas. Sin embargo, esto no es lo único que les preocupa a los expertos, sino que las cremas que adquieren no están indicadas para este grupo de edad, ya que contienen compuestos para mitigar los signos del envejecimiento, las arrugas o las patas de gallo, que podrían repercutir negativamente en su piel y a su vez no son unos tratamientos que puedan estar al alcance de todos debido a su elevado precio en el mercado. Por otra parte, cualquiera puede acceder a estos cosméticos porque puede comprar tanto en una gran superficie comercial como en un supermercado más local, una tienda de cosmética o incluso en el comercio electrónico de manera directa.
Aunque este tipo de público es uno de los más afectados al sentirse más vulnerables ante lo que puedan decir de ellos o la imagen que estén proyectando al resto, interfiriendo en su autoestima y en su salud mental, también es cierto que la población en general también está sometida a esta presión constante. De hecho, un estudio realizado por la SEME (Sociedad Española de Medicina Estética) en 2021 analiza los tratamientos estéticos y su impacto socioeconómico en la sociedad, indicando que "el 40% de la población española ha utilizado los servicios de medicina estética en alguna ocasión", de esta cifra casi un 80% se corresponden con mujeres y un 28,2% con hombres. Durante este periodo se contabilizaron más de 800.000 tratamientos médico-estéticos, de los que "626.778 eran tratamientos faciales".
Según se expone en el informe, se le da importancia a la medicina estética desde una edad más temprana: "Hace unos años la edad media de entrada a la medicina estética era de 35 años. Ahora, jóvenes de 20 y pocos acceden principalmente para rellenos de ácido hialurónico en labios y toxina botulínica". Su explicación podría estar en "el uso de las redes sociales, la posibilidad de usar filtros y la aparición de aplicaciones que permiten cambiar las formas del rostro…", tal y como indica Dr. Sergio Fernández, vicepresidente segundo de SEME.
Esta idea de proyectar una imagen siempre perfecta a los demás no es algo que vaya a desaparecer por echar unas cuantas cremas o que se pueda tapar con un poco de maquillaje y unos filtros en Instagram, sino que es un problema que tiene mucho más trasfondo. Está ligado a la baja autoestima y a la obsesión por perseguir constantemente unos estándares de belleza superficiales. La educación será una herramienta clave para combatir esta adicción. Hay que trasmitir a los más jóvenes que lo que ven cada día en las redes sociales no tiene por qué ser real, que esos cánones de belleza están distorsionados por la edición fotográfica, que no existe un patrón único estético, sino que cada uno tiene el suyo propio y es igual de válido que el resto, se debe trabajar también su autoestima y hablar de sus preocupaciones para que puedan mejorar la relación que tienen con ellos mismos.
FOTO PRINCIPAL.: Photo by Ron Lach.