Los especialistas señalan que, la persona que sufre un infarto, suele vivir una serie de experiencias (reestructuración de la rutina, nueva organización de la vida cotidiana, cambios en las relaciones familiares, modificaciones en las actividades sociales y de ocio, problemas en la reincorporación laboral, alteraciones en la vida sexual y ...
Los especialistas señalan que, la persona que sufre un infarto, suele vivir una serie de experiencias (reestructuración de la rutina, nueva organización de la vida cotidiana, cambios en las relaciones familiares, modificaciones en las actividades sociales y de ocio, problemas en la reincorporación laboral, alteraciones en la vida sexual y desequilibrios de tipo emocional, fundamentalmente) que afectan a su vida.
Ante estas experiencias, la reacción más saludable es la aceptación de lo ocurrido y mantener una actitud positiva para poder aprovechar todos los recursos que tiene a su alcance. El objetivo es recuperar su salud y calidad de vida. Cuando el afrontamiento no es adecuado, resulta necesaria la ayuda y el acompañamiento de los familiares, de otras personas cercanas al paciente y de un psicólogo u otro profesional de la salud.
La emoción más frecuente en las personas que han sufrido un infarto es el miedo a padecer otro. Si este miedo no se controla correctamente, puede generar altos niveles de ansiedad, un factor de riesgo de problemas cardiacos. Este miedo bien gestionado protege al afectado porque evita que haga cosas inadecuadas y le anima a llevar hábitos saludables. Es fundamental buscar ayuda profesional si el temor a padecer un nuevo infarto se hace demasiado intenso y llega a afectar la vida del paciente.
Los objetivos de los programas de rehabilitación cardiaca se centran en:
1-Seguir una dieta sana y equilibrada (con lácteos desnatados, poco alcohol y baja en grasas saturadas, embutidos y precocinados).
2-Practicar ejercicio físico cuya intensidad variará en función de la salud del paciente.
3-Dejar de fumar.
4-Conseguir que el paciente tenga conciencia de lo importante que es tomar la medicación correctamente y cumplir el tratamiento durante el tiempo que establezca su médico.
5-Reducir los miedos irracionales (pensar que no podrá hacer deporte o mantener relaciones sexuales, por ejemplo) porque el infarto puede alterar de algún modo tales actividades, pero no las imposibilita.
6-Solicitar acompañamiento psicológico y psicoterapia de grupo (en la que se comparten las experiencias vividas tras el infarto y los miedos).
7-Implementar técnicas de relajación para prevenir y sobrellevar situaciones de ansiedad y estrés.
8-Buscar la colaboración de la familia y de personas cercanas al afectado. Su papel es fundamental para lograr la recuperación a nivel psicológico. Animarle a respetar las prescripciones y tratamientos médicos, ayudarle sin sobreprotegerle porque aumentaría la sensación de incapacidad o invalidez, mostrar afecto de manera explícita, crear un ambiente de paz y serenidad evitando discusiones y estrés y buscar un equilibrio en el trato para que el paciente se adapte a las limitaciones impuestas por el infarto y acepte que pedir ayuda no es negativo, evitando que adopte un rol de víctima.