La combinación entre comida y televisión es algo que forma parte de nuestro día a día. De hecho, muchas veces al ver los episodios de nuestra serie favorita, no podemos evitar comer ciertos caprichos como patatas fritas o palomitas. Esta situación nos lleva a no poder quemar ni siquiera el ...
La combinación entre comida y televisión es algo que forma parte de nuestro día a día. De hecho, muchas veces al ver los episodios de nuestra serie favorita, no podemos evitar comer ciertos caprichos como patatas fritas o palomitas. Esta situación nos lleva a no poder quemar ni siquiera el escaso número de calorías que el cuerpo gasta para coger el mando a distancia y cambiar de cadena. Incluso hemos adaptado el horario de las comidas para poder ver nuestros programas favoritos.
En nuestra cultura popular hemos incorporado la televisión con total normalidad, pero mientras vemos su contenido, consumimos alimentos. Lo peor de todo es que mientras vemos esa serie que tanto nos gusta o incluso mientras mantenemos nuestra vista fijada en la publicidad incesante, no paramos de consumir refrescos, golosinas, helados y snacks. Tampoco despegamos nuestros ojos del televisor mientras desayunamos, comemos y cenamos. ¿A dónde nos lleva todo esto?
¿Alguna vez te has preguntado si la televisión estimula el apetito o si de alguna manera estás tratando de saciar tu aburrimiento? Vamos a sacarte de dudas.
Según los últimos estudios al respecto, se ha descubierto que la televisión no forma parte de un estimulante que nos incita a comer, sino que se basa en una distracción. Cuando estamos concentrados en lo que estamos viendo, las señales de nuestro cerebro y estómago pasan a un segundo plano. En lugar de tener en cuenta lo que comemos y la cantidad que comemos, nos dedicamos a ver la pantalla, generando un consumo pasivo y continuo.
Se cree que la publicidad puede estar relacionada con la unión entre este entretenimiento y la comida. A medida que vemos la televisión recibimos información que puede ser contradictoria. Por ejemplo, mientras que un programa puede hablarnos sobre la buena alimentación y recomendarnos el consumo de frutas y verduras, luego podemos ver imágenes apetitosas que anuncian productos industriales no tan recomendables.
La publicidad, por tanto, puede ser un mecanismo efectivo de persuasión y la manera para saciar lo que vemos es comiendo lo que tenemos sin que tengamos hambre. De hecho, es muy posible que los espectadores de un documental sobre la naturaleza consuman menos dulces que los que estén viendo un programa sobre cocina.
Cuando vemos la televisión, ponemos todos nuestros sentidos en ello y en ese momento no somos conscientes de la comida que estamos ingiriendo. Simplemente nos llevamos mecánicamente a la boca estos alimentos mientras estamos pendientes de lo que sucede en la pantalla.
Esta básicamente es la razón por la que no advertimos que no tenemos hambre y estamos suficientemente saciados. El resultado es darnos un gran atracón, engordar e incluso acabar con dolores de estómago innecesarios.
Cuando salen anuncios de comida, los efectos son aún peor, pues los estímulos recibidos nos incitan a consumir más alimentos. Sin ir más lejos, las personas que ven más televisión, comen mucho más que las activas que suelen practicar deporte y hacer otras actividades que les impiden pasar tanto tiempo frente al televisor.
Es necesario cambiar el hábito de sentarnos tan frecuentemente delante de la televisión con todo tipo de snacks a nuestro alrededor. Si queremos seguir disfrutando de nuestra programación favorita, basta con sustituir estos alimentos que nutricionalmente no aportan nada por otros más nutritivos como piezas de fruta.
En la sociedad consumista en la que vivimos es de vital importancia dejar a un lado los hábitos sedentarios y ver televisión debe formar parte de un entretenimiento momentáneo que no ocupe todo nuestro tiempo libre.