Carmen Reija
Los datos son demoledores en España. Consumimos casi el doble de la sal recomendada por los expertos de la OMS. Y no sólo procede del salero (que podemos controlar); también proviene de los alimentos que compramos de manera habitual y que presentan la denominada “sal oculta” que resulta mucho más difícil de fiscalizar. Este exceso puede pasarnos factura, pues incide directamente en la aparición de la hipertensión arterial y, como consecuencia, de enfermedades relacionadas como las cardiovasculares. Además, afecta a la funcionalidad del riñón, el hígado y los huesos. Consulta a tu médico.
Los estudios señalan que más del 70% de la sal ingerida procede de alimentos procesados, el 20% de la sal añadida y el resto de la composición de los alimentos naturales. De hecho, la mayoría de los alimentos frescos y crudos no contienen sal o la presentan en una proporción ...
Los estudios señalan que más del 70% de la sal ingerida procede de alimentos procesados, el 20% de la sal añadida y el resto de la composición de los alimentos naturales. De hecho, la mayoría de los alimentos frescos y crudos no contienen sal o la presentan en una proporción muy baja. En este caso, el problema se centra en la cantidad que nosotros añadimos que multiplica su presencia en la dieta. La mejor solución es utilizar aliños diferentes como orégano, limón, albahaca, etc. a los que el paladar se acostumbrará con rapidez y resultan mucho más saludables.
Algunos alimentos no parecen sospechosos de contener sal, pero no es totalmente cierto. Los cereales del desayuno (que parecen dulces) contienen sal o aditivos salados que les aportan sabor y textura agradables. Los snacks y aperitivos que consumimos con asiduidad, contienen sal. Las barritas o tortitas de cereales aportan también sal…y así podríamos seguir analizando muchos alimentos cotidianos cuya composición nos sorprendería. La recomendación pasa por reducir su consumo limitándolo a momentos puntuales e intentando equilibrar el exceso renunciando en otros momentos a la utilización del salero.
Se ha analizado la composición química de la mayoría de los alimentos de consumo habitual utilizando técnicas muy avanzadas. Gracias a ello, se conocen parámetros fundamentales para el cuidado de la salud. Los resultados obtenidos demuestran que entre los alimentos de uso habitual más salados, destacarían:
-Embutidos. El jamón serrano destaca entre todos, seguido de chorizo, salchichón y fuet, en los que la concentración de sal no es mucho menor. Entre los productos cocidos, el jamón, las salchichas y el pavo también presentan elevados contenidos de sal que deben ser controlados por el consumidor.
-Pan. Aunque se ha ido reduciendo su contenido por indicación de los organismos competentes, aún es más elevado de lo que sería deseable, especialmente en el pan blanco y el de molde. Obviamente, no se debe eliminar de la dieta, pero sí podemos inclinarnos por consumir los que presenten un menor contenido en sal.
-Platos preparados. En los que más abunda la sal es en las comidas preparadas y congeladas, por lo que se recomienda leer la información nutricional antes de adquirirlos.
-Queso. Los más curados contienen una elevada proporción, pero no quedan lejos los fundidos o incluso el fresco tan utilizado para las dietas. Deberíamos considerar que es un alimento delicioso, pero cuyo consumo no puede realizarse a diario.